Ya conocemos la profundidad de su garganta, la longitud de su lengua y el delicioso sabor de su coñito. Así que de Sara solo nos queda por catar uno de sus agujeritos del placer, y vamos con toda la intención de reventárselo bien. De hoy no pasa. La llamamos con tiempo, la avisamos para que se vaya haciendo a la idea, vamos a buscarla a casa, la convencemos por el telefonillo, no sin antes pasar por caja, y si, finalmente conseguimos probar su culo. Por cierto, sublime, a la altura del resto del equipamiento.