No puede ser que saquemos a Sara May a dar una vuelta por el paseo marítimo y resulte que sólo un extranjero, una especie de Emilio holandés, se atreva a alabar, a su especial manera, y a «catar» a nuestra chica; mientras que los de casa no se atreven a hacerlo. Tuvimos que encargarnos de subirle la moral nosotros luego en el baño.