De buena mañana y como el día acompaña nos disponemos a dar una vuelta por la playa. Según entramos en el paseo nos encontramos con una preciosa sirenita varada. La pobre aún no ha desayunado y está hambrienta. Tenemos lo que su voraz apetito necesita: Un irresistible fartón de considerables proporciones deseando salir de su guarida para satisfacer a la glotona sirenita.