Acechamos en la ducha a nuestra insconsciente victima mientras el agua se desliza por su espalda y se precipita al vacio desde su soberbio trasero. No somos la madre de Norman Bates ni llevamos un cuchillo entre las manos. La nuestra es una herramienta menos cortante pero igual de penetrante y está ansiosa por probar este culito respingón.