Ha sonado el timbre, las niñas de papa salen al recreo y nadie las vigila. Nosotros, como buenos cazadores, estamos al acecho buscando una presa fácil. Fijamos nuestro objetivo en una linda colegiala de aspecto cándido. Afilamos las garras, nos acercamos sigilosamente y lanzamos nuestro ataque. Al final resulta que de inocente solo tenía el aspecto y acabamos convirtiéndonos en su merienda.