El juego de la caza ha comenzado. Salimos con las pollas cargadas en busca de alguna presa. Cuando casi estamos a punto de rendirnos y volvernos a casa de vacío, divisamos, en la espesura playera, un trofeo deluxe. Adriana iba a tostar su piel blanquita sobre la arena pero nuestro cebo la cautivó mucho más. Al final somos nosotros los que acabamos disecados.